COMO CREAR UNA CULTURA DE SEGURIDAD

Claramente no podemos ver las actitudes de las personas, pero podemos ver las conductas que tienen en su trabajo. A través de ellas se puede inferir las actitudes, por lo que es vital realizar acciones conjuntas de control conductual y de formación (o capacitación).

Cuando vemos conductas que escapan al estándar definido (competencia, procedimiento, normas, etc.) podemos decir que la persona que las ejecuta tiene una actitud inmoral al comportarse contrario a la seguridad personal y de los demás, ya que aumenta la probabilidad de que ocurra un accidente.

Entonces ¿Qué podemos hacer como organización para modificar las conductas inmorales contrarias a la seguridad? La respuesta es desarrollar una cultura de seguridad.

Una cultura de seguridad en la empresa debe contemplar los siguientes 4 elementos:

1. Locus de control interno
2. Control permanente
3. Eliminación de malas prácticas
4. Formación de hábitos seguros.

A continuación describiremos cada una de ellos:

1. LOCUS DE CONTROL INTERNO
Un locus de control es el lugar desde donde se controlan las conductas y es un potente indicador de madures en las personas. Si un trabajador necesita que el supervisor este presente para trabajar seguro y con calidad, entonces tiene un locus de control externo (LCE). Si por el contrario, una persona sabe que el es el responsable de su seguridad, y actúa responsablemente, entonces el tendrá un Locus de control Interno (LCI).

Un individuo con LCI es capaz de analizar, regular, controlar y adaptar su comportamiento a los distintos contextos sociales, lo que le permite trabajar, por ejemplo, siguiendo instrucciones o procedimientos sin inconvenientes. Estos trabajadores (LCI) que han interiorizado las normas requieren de menor supervisión y son considerados como individuos con menor probabilidad de accidentarse, puesto que no incurren en acciones temerarias innecesarias o no omiten pasos de procedimientos para ahorrarse tiempo.

Por otro lado, los trabajadores con un LCE requieren de supervisión permanente y control constante, ya que de no existir sus conductas tienden a desviarse de la norma. Para ellos, los procedimientos son meros trámites, tonteras o burocracias que hacen perder el tiempo. Evitan a toda costa seguir instrucciones y se “relajan” al primer descuido” del supervisor o jefe de turno. Es frecuente que una persona con LCE realice más actos temerarios innecesarios o actúe de manera más irresponsable que otros, aumentando la probabilidad de tener un accidente.

Si bien no existe claridad respecto de las causas que llevan a una persona a tener un LCI o LCE, es posible inferir que se adopta gracias a un proceso adaptativo al entorno, donde la persona va asociando estímulos y aprendiendo a reaccionar de acuerdo a sus características. Las personas con LCE son más inmaduros psicológica y socialmente hablando. Se puede observar en ellos ciertos rasgos infantiles respecto de la autoridad, reflejada por una necesidad aparente de libertad (propio de los adolescentes) y de tomar decisiones de acuerdo a sus intereses, los que muchas veces pueden escapar del estándar. Si una persona con LCE no se encuentra motivada a trabajar, buscará todas las vías para escaparse de la situación que lo acompleja, a diferencia de una persona con un elevado LCI, quien desarrolla sus actividades principalmente porque existe un valor superior, o una meta que considera merecedor de esfuerzos.

Aplicando la psicología al análisis conductual podemos decir que personas con un LCE se rigen bajo su propia percepción de los peligros existentes del entorno, los que son subestimados debido a una sensación de “superioridad” del trabajador o hipervalorización de sus propias habilidades. Además, sienten que son inmunes al peligro, que a ellos “nunca les va a pasar”.

Por otro lado, trabajadores con LCE sienten que no son ellos los responsables de su seguridad ni la de sus compañeros. Atribuyen los accidentes exclusivamente a condiciones del entorno e irresponsabilidades del empleador o del mandante por sobre sus propias conductas, aún cuando es evidente su protagonismo.

Principales características de trabajadores con LCE:

- Necesitan de supervisión directa y control excesivo.
- Su comportamiento no se ajusta a las normas o procedimientos.
- Rinden lo mínimo esperado con el mínimo esfuerzo.
- Su desempeño está altamente condicionado con recompensas tangibles.
- Critican constantemente las normas o procedimientos
- Se sienten superiores a los peligros
- No son trabajadores aptos para delegar responsabilidades.
- Alto nivel de ausentismo no justificado.


2. CONTROL PERMANENTE:
Toda organización requiere mantener un control permanente de los comportamientos contrarios a la seguridad, y esto se realiza monitoreando el cumplimiento de la normativa vigente y supervisando en terreno el desarrollo del trabajo a través de las conductas seguras.

Un error frecuente que está a la base de los accidentes es la falsa sensación de seguridad que nos da el subestimar el riesgo y sobrevalorar nuestras habilidades. Algunas veces cuando desarrollamos una habilidad específica, tendemos a disminuir la atención que ponemos durante la ejecución de una tarea. Esto es natural. Sin embargo tiene un límite que cuando se cruza lamentablemente surgen los accidentes en el trabajo.

Así mismo, existen organizaciones que bajan sus niveles de control por creer que por el hecho de estar certificados en normas internacionales basta. Lo que se traduce en accidentes.

El desafío se encuentra en nunca bajar la guardia ante una tarea.

3. ERRADICACIÓN DE MALAS PRÁCTICAS:
Una mala práctica es un hábito contrario a la seguridad, que se ha instalado en nuestro patrón de conductas principalmente porque genera buenos resultados, aún cuando estimula la posibilidad de que ocurra un accidente. Por ello decimos que tener malas prácticas en la empresa es como “jugar con fuego rentable”.

Así como todos nosotros somos proclives a ejecutar una mala práctica, también podemos ser promotores de hábitos seguros. El primer paso para generar el cambio es identificar cuales son nuestras malas prácticas, modificarlas y ayudar a los demás a modificar las suyas.

Entre las actividades que se pueden implementar para eliminar las malas prácticas están las siguientes:

- Retirar las ventajas asociadas a dichas conductas, reduciendo “bonificaciones” y destronando “falsos héroes”, por ejemplo: dejar de felicitar al que realiza una conducta insegura, impedir los actos temerarios, no actuar ante la duda, entre otros.
- Integrar el parámetro “comportamiento contrario seguridad”, de modo que las personas conozcan LO QUE NO SE DEBE HACER.
- Advertir de forma oral o escrita al trabajador que desarrolle ese comportamiento contrario a la seguridad, de modo que se pueda dejar registro de la conducta de riesgo, junto a las medidas concensuadas para la mejora.
- Y, en último extremo, se debería ser consecuente dando el último paso si no cambia la situación y, sin vacilar, prescindir de ese trabajador ya que, si no, la cultura de la seguridad en la empresa corre el riesgo de perder su credibilidad.

4. FORMACIÓN DE HÁBITOS SEGUROS:
No sirve de nada tratar de eliminar una “mala práctica” si no somos capaces de reemplazarlo por un hábito seguro, ya que si no lo hacemos la mala práctica vuelve a instalarse. Si tratamos de eliminar la mala práctica de que la gente transite por un sector riesgoso, entonces debemos si o si desarrollar acciones para fomentar que la gente transite por un lugar seguro, es decir, cerrar el área riesgosa, poner señaletica adecuada, controlar el tránsito, felicitar la conducta ajustada a estándar, entre otros. De esta forma estamos fijando la conducta segura e impidiendo que la mala práctica (transitar por zona riesgosa) vuelva a instalarse.

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